Espontaneidad a la orden

No sé muy bien porqué hasta ayer seguía creyendo en la espontaneidad de las redes sociales, especialmente en lo que respecta a los youtubers.

El cachetazo lo recibí mientras disfrutaba de un nuevo capítulo de #NekojitaBlog, una pareja español-japonesa que vive en Tokio y comparte sus aventuras en Youtube. Ellos me encantan, sus videos son muy buenos y recuerdo que le avisé al Kóte, mi marido, que ya había un nuevo episodio disponible en su cuenta (del último no había pasado una semana). Eso a mí me sorprendía, pero él, con la neutralidad que lo caracteriza, me dijo: “Pues claro, si ellos viven de eso. Es normal que produzcan tanto video”. Y ahí fue cuando algo en mí se quebró. No sé muy bien qué es, pero seguro que sus pedazos cayeron encima de la ingenuidad que me quedaba respecto al tema.

Es obvio, nada de lo que yo estoy viendo en pantalla es natural. ¿Por qué pensaba que así era?
Extrañamente, se me olvidó la edición, los encuadres, la música, el guión y muchas otras tantas cosas que van detrás de ese registro. Los protagonistas eligen su ropa, se ponen de acuerdo sobre lo que van a hablar y mostrar, y yo puse todo ese trabajo a la altura de una conversación lograda por un muy buen manejo de cámara y gran personalidad. Si lo comparo con escribir un libro, hacer una ilustración o un cómic, a la larga, estamos hablando una dedicación muy parecida en lo que respecta al oficio.

Creo que el conflicto que me produjo todo esto es que yo estaba buscando este mismo tipo de “espontaneidad” en mi vida y no la encontraba. Al menos no la que muestra un youtuber, una donde incluso la paleta de colores puede estar pensada desde el principio. Es como una vida “linda” porque la gente te sonríe, se arregla y prepara sus mejores chistes. Y todo eso, que yo podía reconocerlo en un programa de televisión, no era capaz de verlo en un canal de youtube.

Ahora soy consciente de que no estoy frente a un “acierto”, estoy viendo trabajo. Y bastante en algunos casos. Para qué hablar de la pega que hay detrás de los creativos que dibujan todo lo que les pasa, muy en la onda “post-it”. Es obvio que al menos se demoraron 10 minutos en hacer el boceto, lo pusieron sobre una superficie bonita (que tiene comida u elementos dignos de una postal). Le sacaron una foto, crearon un mensaje y así…

Incluso los chistes o equivocaciones tienen un código en la edición del video. O ponen la imagen en blanco y negro, hacen un zoom o ponen un sonido (disco rayado, plato quebrándose, etc.) para hacer la narración más interesante. Esto, por mencionar algunos ejemplos. A veces hasta me parece que si no te equivocas frente a la cámara, pasas por aburrid@ y la gente que se graba ya lo está haciendo a propósito.

Imagino que en niveles un poco exagerados, la persona puede incluso preparar por adelantado el discurso sobre lo aparentemente normal, como por ejemplo, estar enfermo o salir con cara de cansado en cámara. A veces, esto ni se nota (solo lo sabes tú), pero pides las disculpas correspondientes a tus espectadores de algo que nadie te ha preguntado y…¡magia! Productos “pepito” te mando un set con remedios naturales para ayudarte a sanar.

¿Y qué pasa con todo esto?¿Es que acaso debo limitarme a decir: “de esta agua no beberé”? ¡Para nada! ¿Cómo podría oponerme a todo esto si yo misma me dedico a la producción de contenido y que incluso soy parte de este circuito? ¿O ustedes creen que no me maquillo para salir en una foto?¿O que no elijo la más linda para mostrar? Sí, lo hago. Muchos lo hacemos. ¿Es malo eso? No creo. ¿Y por qué pensaba que todo esto era “espontáneo” en los demás? No sé…

Al final, todo es Marketing.